23 de abril. San Jorge. Una fecha importante. Sobre todo porque iba a ver a Paloma después de más de 2 meses. ¿Que si he vuelto a España? No. ¿Vino ella a Panamá? Tampoco. ¡Habíamos quedado en Chicago!
Nos reencontramos en el aeropuerto. ¡Qué ganas! Maleta en mano nos aventuramos a llegar a casa de Eva en transporte público. Prueba superada. Después del reencuentro con Eva y comentar sobre los destinos, nos hicimos a la calle para empezar a conocer la ciudad. Dimos una vuelta por la Michigan Avenue (la principal calle de compras) y por las cercanías del río. Terminamos yendo a uno de los edificios a los que se puede subir para tener unas bonitas vistas (nocturnas esta vez) de la ciudad, el John Hancock. Espectaculares las luces desde ahí arriba. La noche terminó con una ensaladita en casa con Eva y Jerome.
El sábado amaneció nublado y con una niebla que a medida que avanzó el día fue bajando cada vez más. Fuimos con Eva a recorrer el centro de Chicago. Después del Millenium Park y su alubia mágica, acudimos al Cultural Center en busca de información y algún posible tour organizado. Allí fue donde un amable viejecillo, que trabaja allí como voluntario, se ofreció para guiarnos hacia algunos de los edificios más importantes mientras nos contaba curiosas historias y anécdotas.
Después de una reparadora hamburguesa al más puro estilo americano nos dirigimos a las inmediaciones del Soldier Field (el campo de los Chicago Bears, el equipo de fútbol americano de la ciudad) y del planetario, desde donde hay una hermosa vista del skyline de la ciudad. O eso suponemos, porque la densa niebla había convertido a la Windy City en una ciudad fantasma.
Por la noche...¡qué manera de llover! Habíamos quedado en casa de Rubén, el becario informático que ya conocí en Miami, para cenar unas pizzas y tomar unas copillas. Poco después se nos unieron los otros dos becarios y un par de amigos suyos más. Tocamos retirada pronto, ya que al día siguiente pretendíamos levantarnos relativamente pronto.
Domingo. Día del Señor. Nos pusimos rumbo a la Apostolic Church of God. Desde casa de Eva está... lejos no, lo siguiente. Por fin llegamos. Los únicos blancos en el templo: ¡es una misa gospel! Algunos nos saludan y nos dan la bienvenida con una gran sonrisa. Nos sentamos en la última fila. El sitio es bastante grande (yo calculé más de 500 personas, aunque tampoco es que se me dé muy bien lo del "ojímetro"). Comienza el service. Unas cuantas personas están cantando con unos micrófonos en el estrado y entre los fieles sentados en los bancos alguno se levanta y da palmas o hace gestos ostensibles de que el mensaje le está calando hondo. Entran el pastor, su esposa y algunas personas más que se sientan junto a él en una posición distinguida. Las canciones se entremezclan con pequeños mensajes de diversa índole (retirar un coche que estorba, información sobre los seminarios bíblicos de la semana, excursiones organizadas para el mes, etc.). El momento culmen: la entrada del coro. Ahora sí que las canciones cogen ritmo y la gente se levanta de sus asientos, da palmas, acompaña cantando, eleva las manos al cielo... ¡menudo fiestón! Cuando ya creíamos que aquello era un concierto, el pastor tomó la palabra para comunicar la enseñanza semanal a sus feligreses. Después de escuchar un rato, pensamos que habíamos visto lo que queríamos y nos retiramos discretamente. Toda una experiencia...
Desde allí nos acercamos a pie a Hayden Park, donde se encuentra el campus universitario. Esto es un vasto terreno donde se encuentran los distintos edificios universitarios con una interesante combinación de estilos junto con espacios verdes para el esparcimiento y la práctica de deportes. Ciertamente, se le da un ligero aire a la escuela para magos de Harry Potter.
De regreso al downtown, y tras nuestros infructuosos esfuerzos por comernos la famosa pizza de Giordano´s, Paloma y yo dejamos que Eva se fuera a descansar un poco mientras que nosotros íbamos a visitar a una de las grandes leyendas que caracterizan a la ciudad: Michael Jordan. Obviamente no es que nos hubieran dado la dirección de su casa, sino que pillamos un bus para ir al United Center, la cancha de los Chicago Bulls. Allí, afuera, está el monumento erigido en honor de toda una leyenda del baloncesto. Casualmente, cuando llegamos acababa de terminar un partido de los play off entre Chicago y los Cleveland Cavaliers de Lebron James. Una vez más, se puso a llover con ganas, así que apenas hicimos un par de fotos y a casa.
Por la noche, gracias al envío de jamón desde España y a la mano de Eva con la tortilla tuvimos una cena muy a la española. Estaba todo "de categoría", jeje.
El lunes amaneció con un sol radiante. No lo podía creer. La niebla nos había dejado todo el finde con las ganas de subir a la Sears Tower (hoy Willis Tower) para llevarnos una vista aérea de la ciudad.
El lunes era también el día de las despedidas. Mientras Eva se iba a currar, Paloma y yo hacíamos nuestras maletas y nos preparábamos para el regreso. Dijimos adiós a Jerome y salimos a coger un taxi que nos llevara al aeropuerto. Allí llegó la despedida más difícil. Tú a Madrid y yo a Panamá. Pero no se me olvida... ;)
P.S.: Mil gracias Eva, mil gracias Jerome por acogernos y cuidarnos tan bien. Espero que os animéis a devolver la visita. ¡Es una orden! jeje