miércoles, 30 de diciembre de 2009

Fuegos y agua. Calor y frío

He estado a punto de titular este entrada como la segunda parte de aquella en la que hablaba de los contrastes.

En Nochebuena, gracias al desfase horario, tuve oportunidad de hablar con la familia recién levantado de la siesta mientras ellos se encontraban ya reunidos alrededor del turrón y cantando villancicos. Mi noche comenzó con una cena de langostinos y carne hechas en la barbacoa del área social de unos 'pasieros' españoles en el exilio (gracias César y Albert), regado todo con unas cervecitas. De postre, un poquito de turrón para sentirnos lo más cerca a 'como en casa'... y mucho ron.

Gracias a la privilegiada ubicación del edificio donde nos encontrábamos, pudimos ver los fuegos artificiales que se lanzaron desde los diferentes barrios de Panamá a medianoche. Fue todo un espectáculo ver más de una decena de puntos por los que asomaban los cohetes llenando de color el cielo de la ciudad.

La noche transcurrió agradablemente, entre copa y copa, buena compañía, una visitilla a un garito de Casco Antiguo con unas vistas impresionantes del skyline panameño; y acabó con mis huesos en la piscina de nuestros vecinos Mar y Nacho cuando ya salía el sol...

El día de Navidad dejó sentir una vez más los efectos del duro garrote del Abuelo. El día transcurrió sin pena ni gloria hasta la cena, momento en el que nos juntamos una buena tropa para rememorar de alguna manera las reuniones familiares a las que estamos acostumbrados por estas fechas en torno a una mesa bien llena de platos con todo tipo de comida.

La mañana del sábado partimos rumbo a las playas del Pacífico. Tras aprovisionarnos de lo básico (cervezas, ron y alguna cosilla de comer) fuimos a la playa de Malibú. Un día de sol y bañitos en el mar en plenas navidades fue, por lo menos, por lo menos... inusual, jajaja.

Cuando cayó el sol nos embarcamos rumbo a Cerro Campana, donde se estaba celebrando una rave en mitad de la montaña. En apenas media hora cambiamos el bañador y la crema del sol por los pantalones largos y una sudadera. En lo alto de la montaña soplaba un airecito de lo más fresquete.

La cabina del dj era una pequeña mesa con sus altavoces rodeado de varios hilos de colores que completaban una maraña enganchada a los árboles de alrededor, así como algunos pedazos de tela que reflejaban la luz de un pequeño láser. Por las proximidades había tiendas de campaña y colchones tirados sobre el césped de los cerca de 40 asistentes al evento. Estoy seguro de que casi todos vieron en algún momento de la noche pitufos y al dragón del pasillo.

Uno de los momentos estelares de la noche fue irse a domir. Una vez que hube visto y bailado suficiente, me fui... ¡al coche! Porque claro, una rave en mitad de la montaña y sin ningún conductor capacitado tiene sus pequeños inconvenientes. Tras probar el maletero del Nissan Pathfinder de mi compañero Víctor, llegué a la conclusión de que el asiento reclinable del copiloto era mucho mejor opción.

A eso de las 8 de la mañana, con la música sonando de fondo aún, decidimos que era preferible dormir en la playa que seguir castigando nuestros cuerpos y nuestras mentes de aquella manera.

Tras un buen reconstituyente en forma de desayuno llegamos a El Palmar, la playa donde conocí el Pacífico. Arena negra, olas y mucha gente. Fue divertido bañarse mientras llovía. Cuando nos cansamos de mojarnos a base de agua dulce nos marchamos a comer y pusimos rumbo a Panamá.

Esto de enfilar la playa con una botella de ron como único equipaje me ha hecho recordar esa canción de uno de nuestros grandes cantautores, conocido en toda aerolínea por su poder para hacer retroceder un avión, donde dice: "Sí yo soy un bucanero, sin parche ni patapalo..." Eso sí, como aclara luego: "...que yo no soy de los malos, ¡yo soy un pirata bueno!".

domingo, 20 de diciembre de 2009

Navidad pirata

Cuando durante más de un cuarto de siglo las fiestas navideñas que uno ha vivido se han caracterizado por el frío, ¿la nieve?, las luces en las calles, regalos, comidas y cenas con familia y amigos... resulta difícil hacerse a la idea de que todo eso está ocurriendo a miles de kilómetros de aquí, un año más, mientras yo me encuentro escribiendo estas líneas con el ventilador puesto para combatir los 28-30ºC de temperatura y una humedad que rondará el 85%.

Más allá del sentimiento religioso con el que cada cual vive estos días, parece innegable que en nuestra cultura son unas fechas en las que las familias se reúnen (para bien o para mal, que de todo hay en esta vida). Y aunque suene a tópico y a guión de película navideña de domingo a mediodía, en estas fechas un servidor echa especialmente de menos encontrarse en casa con los suyos... con todos vosotros.

Como tampoco soy yo de ponerme muy melancólico en público, he decidido que para intentar reducir la distancia que nos separa, podría contaros cómo se viven estas fechas en el istmo.

Lo primero que me llamó la atención fue lo pronto que empieza aquí el bombardeo consumista. Desde que llegué a Panamá, allá por los primeros días de octubre, ya estaban en los supermercados distintos adornos para los árboles, manteles con motivos navideños, etc. Bien es cierto que en noviembre hay una especie de tregua, ya que noviembre en Panamá es el mes de la patria y todos los esfuerzos se concentran en acumular por la calle el mayor número de emblemas nacionales (resultaba increíble ver bancos, restaurantes, peluquerías y todo tipo de locales luciendo los colores nacionales por doquier; así como numerosos vehículos portando en los lugares más insospechados la bandera panameña).

Al llegar diciembre todo ello ha sido sustituido por los adornos navideños: árboles y nacimientos son los más habituales, si bien pueden encontrarse decoraciones de diversa índole. Baste como ilustración la tripulación pirata que uno puede encontrar paseando por la Cinta Costera: ¡ojo al conejo pirata y sus secuaces!



Y es que no conviene olvidar que la historia de Panamá se ha visto salpicada por esos personajes que andan a medio caballo entre la historia y la leyenda: los piratas. Quizá el más relevante para el país haya sido Sir Henry Morgan. Este caballero, al parecer galés de nacimiento, vivió durante muchos años en Jamaica, desde donde organizó varias expediciones contra diferentes puertos del Caribe. Concretamente entre finales de 1670 y principios de 1671 tuvo lugar el viaje que culminó con el ataque y saqueo de la antigua ciudad de Panamá a manos de Morgan y sus hombres. Las ruinas de lo que quedó en pie tras el asalto es lo que se conoce hoy día como el Panamá Viejo.

Hoist the colours!

jueves, 17 de diciembre de 2009

El señor Wilson: de la isla a Marbella

Hacía tiempo que tenía pendiente escribir sobre mi humilde morada, ese apartamento de una octava planta que comparto con Víctor, con quien visité más de 10 'soluciones habitacionales' antes de decidirnos por el que previsiblemente será nuestro hogar en la capital del país istmeño durante los meses que estemos aquí.



El edificio está situado en el barrio de... ¡Marbella! ¿Cerca del mar? Correcto. ¿Hay palmeras por la calle? Ciertamente. ¿Pescado fresco? También. ¿Un poquito de corrupción? ¡Cóóóómo nooo! ¿Entonces estoy en la Costa del Sol? Casi... estoy en la costa del Pacífico. Tan cerca, tan lejos. Si me encontrara a Imperioso galopando a sus anchas por la playa tal vez pensaría que... ¿playa? Ah, que en esta ciudad no hay de eso.

El apartamento consta de un gran espacio bastante mal distribuido llamado cocina, dos habitaciones (incluyo foto de la mía, donde como podéis ver la bandera que me firmasteis muchos de vosotros ocupa un lugar preferente para teneros siempre presentes), dos baños y un hermoso salón-comedor donde poder alojar a todas aquellas visitas que vayan llegando. También existe lo que se conoce como 'baño y cuarto de empleada'. Al parecer es normal que los apartamentos incluyan un pequeño cuarto donde apenas cabe una cama y un baño igualmente pequeño que, teóricamente, están destinados para el uso de la empleada del hogar. En nuestra casa es un espacio totalmente desaprovechado por el momento.


La ubicación tiene varios puntos a favor según nuestro punto de vista -que al fin y al cabo es el que cuenta:

1.- Estamos a 3 minutos andando del curro.
2.- Hay una zona de restaurantes y discotecas a menos de 10 minutos.
3.- Un centro comercial a 5 minutos y dos supermercados en un radio de 15-20 minutos.
4.- Un chino y una licorería casi debajo de casa.
5.- A 2 minutos, la Cinta Costera (lo más parecido a un paseo marítimo).

Todos ellos nos parecieron motivos suficientes para decantarnos por esta opción. Que fuera el más barato que encontramos puede que influyera algo también...

Marbella. Un barrio tranquilo, seguro y con un acceso relativamente cómodo a diversos servicios. Y es aquí, a tierra marbellí, donde llegó hace unas semanas proveniente de la remota isla Coíba nuestro nuevo compañero de piso. Víctor rescató a Wilson de entre la arena, donde se hallaba medio sepultado y con síntomas de deshidratación, y decidió ofrecerle un hogar lejos de un posible rodaje con Tom Hanks. Se encargó de cuidarle, nutrirle y procurarle un lecho calentito donde acurrucarse. Nos alegra ver cómo el señor Wilson se ha recuperado y parece encontrarse a gusto entre nosotros. Va a quedarse en casa por un tiempo aún indefinido, por lo que sólo me resta decir: ¡Bienvenido señor Wilson!


martes, 8 de diciembre de 2009

"Mi banana sí que tiene resorte..."

Aunque ya hace una semana, retomo en esta entrada la segunda parte del finde de la agradable visita antes de que se haga esperar mucho más.

El sábado por la mañana nos levantamos temprano para poner rumbo al Caribe panameño. La primera parada fue en el Scuba Center de Portobelo, lugar donde un servidor se sacó la licencia de buceo. El paraje bien merecía el alto en el camino.


De ahí seguimos hasta Portobelo, pueblo sobre el que ya comento en otra entrada su condición de antiguo puerto base del trasiego del oro de las Américas hacia la España de los Austrias. Era una parada obligada para mostrar algo de cultura a nuestros visitantes. Como muestra del proceso de reconquista, esta imagen de los becarios IZEX en uno de los antiguos fuertes que protegían las flotas de galeones españoles frente a los ataques de los temidos piratas y corsarios.


Hechas las escalas pertinentes, enfilamos ruta hacia nuestro destino final: Isla Grande. Se trata de una isla a escasos 10 minutos en bote desde la costa. En la vertiente que queda frente al litoral se encuentra un pequeño pueblecito, que consta de apenas 30 casas, de las cuales la primera línea de agua (porque playa no hay) está formada por hostales y restaurantes varios. Recogido en una pequeña bahía y orientado hacia el vasto océano se encuentra nuestro hospedaje: ¡el Bananas Resort!

Este hotel es lo más parecido a un resort turístico caribeño que he encontrado en el país. Únicamente eché en falta el pequeño detalle de la pulserita y el 'todo incluido'. Las habitaciones estaban situadas en cabañas construidas entre el mar y la selva. Pasamos la mañana haciendo un poco de snorkel y disfrutando de las aguas del mar Caribe. Después de comer, siguió una siesta en hamaca o donde cada uno buenamente puedo. Por la tarde intentamos seguir el camino que llevaba al poblado del otro lado de la isla a través de la selva, pero en la oscuridad que se cernía resultaba un tanto temerario escalar hasta la cima de la isla por unos escalones cubiertos de hojarasca en medio de la densa vegetación que podía albergar Dios sabe qué tipo de vida nocturna. Así que finalmente decidimos quedarnos en la terraza del hotel jugando a adivinar personajes entre ron y ron hasta que nos dio la hora de cenar.


Ya con el estómago lleno, nuestra imaginación fue más allá y decidimos jugar a las películas (y no, esto no significa que imitáramos escenas de 'Sexo en la isla' ni similar). Memorables las risas que nos echamos con la tontería.

A la mañana siguiente, Edu Mr. Papaya y yo madrugamos again para retomar la empresa de cruzar la selva hasta el pueblo. Tras 10 minutos de empinada cuesta y llegar a la cima de la colina sudando la gota gorda nos aguardaba un descenso parecido. Por fin llegamos al otro lado y pudimos darnos un paseíto y echar un vistazo a lo que nos habíamos perdido la noche anterior.


No tenía mala pinta, no. En fin...

Regresamos al hotel para desayunar con el resto de la tropa y nos despedimos con pesar de la isla para volver a la ciudad y comenzar con los viajes al aeropuerto para despedir a Silvia, Rebe y Edu. Ha sido un placer teneros por acá. Muchas gracias por vuestra visita y aquí estamos para cuando queráis repetir.

P.S.: Edu, my friend, espero que no te importe que me haya aprovechado de tu ingenio para el título de esta entrada ;)

martes, 1 de diciembre de 2009

El de-sastre de Panamá

Tras un tiempo sin decir esta boca es mía, llegan nuevas peripecias desde el destino pirata.

La semana pasada tuvimos la agradable visita de Silvia yRebeca desde Miami, y de Edu desde Lima. ¡Fijaos si su visita ha resultado notable, que hasta han salido en la prensa local!


Si a alguien le preguntan qué conoce de Panamá, seguramente la respuesta no irá más allá de dos cosas: la novela de John Le Carré "El sastre de Panamá" y el Canal. Pues bien, sobre esta segunda querría hablar.


Resumiendo mucho la historia del Canal, la primera idea de construir una conexión entre los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, surgió en tiempos de Vasco Núñez de Balboa. Incluso el que fuera Carlos I de España y V de Alemania encargó un estudio sobre la viabilidad del proyecto. Tiempo más tarde, a finales del siglo XIX, fueron los franceses quienes retomaron la idea y trataron de contruir la vía que atravesara el istmo. Por diversas razones, la tentativa resultó un fracaso y se llevó por delante un gran número de vidas humanas (la fiebre amarilla y otras enfermedades causaron verdaderos estragos). Fueron finalmente los estadounidenses los que se llevaron el gato al agua. Para ello, a principios del siglo XX, promovieron la independencia de Panamá y su separación de Colombia. EE UU llevó a cabo esta colosal obra de ingeniería y gozó de la administración del Canal hasta 1999, año en el que, tras los tratados Torrijos-Carter, los norteamericanos traspasaron la gestión de tamaña empresa a Panamá.


Para quien esté interesado en profundizar sobre éste y otros aspectos relacionados con el Canal, puede visitar la web oficial de la Autoridad del Canal de Panamá. He de añadir que, en nuestra visita a las esclusas de Miraflores, (donde Rulo está deseando volver a tomarse una cerveza... ah no, que ese es otro Miraflores) comimos en el restaurante un buffet libre bastante rico por 25$ con vistas al Canal, de modo que mientras nos poníamos las botas pudimos ver pasar un crucero, un portacontenedores cargado hasta los topes, y algún que otro buque de enormes proporciones.

Cuentan que por las noches, cuando oscurece, de vez en cuando alguien ha divisado unas velas negras envueltas en una repentina niebla. Una silueta familiar...¿será la Perla camino de Tortuga?


P.S.: Os dejo un enlace en el que se muestra una animación que explica el recorrido y el funcionamiento básico de las esclusas del Canal: www.pancanal.com/esp/general/howitworks/index.html

lunes, 16 de noviembre de 2009

Por San Blas, el pelícano verás

El archipiélago de San Blas, en la comarca de Kuna Yala, está formado por innumerables islas de pequeño tamaño que salpican el Mar Caribe al norte de Panamá. Esta comarca está poblada por la etnia kuna y es administrativamente independiente del gobierno central. Esto es, los kunas tienen sus propias leyes y sus propios Congresos dentro de sus comunidades que son quienes les gobiernan.

Tras la pequeña introducción general, procedo a narrar los avatares varios que nos acaecieron. Y digo nos, porque Paloma está aquí conmigo en Panamá. De su llegada y cómo fui a recogerla con un coche que me prestaron tengo para escribir otra entrada en el blog. Tal vez algún día lo haga.

La aventura comenzó un domingo a las 5 de la mañana, hora a la que debía de llamar al tipo que nos iba a recoger para recordarle que tenía que venir a por nosotros. Finalmente a las 6 nos montamos en un 4x4 de aspecto bastante lamentable que conducía un individuo muy peculiar acompañado de un kuna. Aproximadamente 30 segundos después de echar el carro a andar, un policía nos detiene ya que el conductor iba hablando por el móvil. Como ocurre con demasiada frecuencia en este país, todo se soluciona con un poquito de plata.

El trayecto hasta nuestro destino duró aproximadamente 4 horas, incluyendo una pequeña parada para desayunar. Durante el camino, nuestro dicharachero transportista nos habló del gobierno, la economía, la materia, la no materia, la fuerza de atracción de los planetas... todo ello mientras diluviaba fuera y se empezaba a colar agua por el techo del vehículo...¡chuuuucha! (Nota: 'chucha' es lo que en algunos países de América Latina llaman la 'concha' y es un término que se emplea para casi todo. Se puede traducir por joder, coño, puta, etc. En ese sentido, en la península tenemos un vocabulario mucho más rico). La última hora de viaje fue por un camino con infinidad de baches, subidas y bajadas, curvas...parecía aquello la montaña rusa del parque de atracciones. Eso sí, con un bello paisaje selvático (aunque con la niebla no se apreciaba demasiado). ¡Hasta tuvimos que atravesar un río a las bravas!

Finalmente llegamos a un edificio en la costa donde hay un grupo de kunas. Las mujeres visten con unos trajes y complementos tradicionales, mientras que los hombres van con su pantalón corto y su camiseta. En este punto se supone que un bote debería recogernos para trasladarnos a la isla donde íbamos a hospedarnos. Pero... el bote no está. Tras casi una hora de espera, no se divisa ninguna embarcación que se aproxime a la costa, nos hallamos rodeados de indígenas hablando en una lengua totalmente incomprensible y en mitad de la más abosluta nada. Afortunadamente, Ricardo, el reportero más dicharachero y con el vehículo más cochambroso de los alrededores vuelve por el lugar y nos pone en contacto con otra isla donde nos podemos quedar: Isla Pelícano.

Tras un paseo de media hora en un bote con motor viendo islitas llenas de palmeras por doquier llegamos a nuestro destino: una isla apenas más grande que un campo de fútbol donde hay unas 7-8 cabañas hechas de madera y tejados de hojas de palmera, un cobertizo con techo de hojalata que hace las veces de comedor, un inodoro con conexión directa al mar y poco más.

Después de pasarse todo el camino en el coche lloviendo, súbitamente se despejó y ya la travesía en el bote la hicimos bajo los rayos del sol. Así que nos encontrábamos en una isla en mitad del Caribe con otro grupo de no más de 10 turistas y 2 ó 3 kunas que se encargaban de las tareas diarias: cocinar, arreglar el generador de electricidad, reparar algún techo, etc.; con un solazo en todo lo alto, aguas cristalinas, arena blanca, palmeras y estrellas de mar a tutti. Paradisiaco.

Pasamos el día chapoteando en el agua (en el agua, rubio, que te veo venir) y haciendo un poquito de snorkel, que para algo me he comprado las gafas y el tubo. De comida tuvimos un poquito de langosta, arroz en leche de coco, unas pocas lentejitas y yuca frita. Rico, rico.

Hasta aquí, obviando el estado del coche en el que vinimos y que casi nos tenemos que dar la vuelta porque el h... p... de la otra isla no se presentó para recogernos, se puede decir que todo bien. Sin embargo, faltaba la noche. En Panamá oscurece durante todo el año sobre las 18:30. En una isla desierta, a partir de esa hora, hay poco que hacer salvo entablar conversaciones con los otros ocupantes de las cabañas o jugar unas cartas a la luz de la bombilla del cobertizo. Así que hasta que sirvieron la cena (pescado frito con arroz, lentejas y yuca) no hubo gran actvidad. Y después de cenar, vino la emoción profunda: dormir en la cabaña. Tuvimos bastante suerte porque logramos quedarnos solos en una cabaña para cuatro personas. Ahora bien, nada más entrar a la cabaña, alumbrando con la luz del móvil (porque sólo hay 3 bombillas repatidas por la isla) descubrimos una cucaracha en uno de los colchones. ¡Oh sí, qué emoción, la fauna autóctona! Imaginaos la reacción de Paloma hasta que conseguí matarla de un zapatillazo. Después descubrimos que las sábanas estaban llenas de hormigas. Sacude las sábanas... Bien, rociamos las camas y nuestros cuerpos con repelente de insectos y nos tumbamos en el lecho. Pero claro, después de lo visto, lo que no veíamos nos inquietaba aún más y cada sonido era motivo de un "¿qué es eso?" Sin saber muy bien cómo (imagino que el habernos levantado a las 5 ayudó en cierta manera) nos quedamos dormidos.

Al igual que anochece temprano, por lo general el sol no sale más tarde de las 6, con lo que dormir hasta tarde es un poco complicado. Aunque durante la noche llovió algo, el lunes amaneció con un sol radiante. Un huevo frito y un trozo de pan hicieron las veces de desayuno. Como tenía hambre, recogí del suelo un coco de los varios que habían caído de las palmeras durante la noche y les pedí a los amables kunas que me lo abrieran para comerlo. Ellos, amablemente por un amable dólar, lo hicieron.

El día transcurrió muy apacible: playa, sol, aguas cristalinas, vistas de la islas de enfrente, tranquilidad... Para comer, el mismo menú que el día anterior. Por la tarde, el propietario de la isla (un kuna, no penséis que ningún magante podrido de dinero) nos llevó en su bote junto con otra turista holandesa al poblado kuna donde él vive.

En el poblado, formado por cabañas pegadas unas a otras, vimos por la calle multitud de niños y algunos adultos. Apenas vimos jóvenes, si bien es difícil calcular la edad de esta gente. Dentro de las viviendas, o al menos en las que pude asomar la cabeza, no hay prácticamente nada. Duermen en hamacas y apenas si hay algún utensilio para cocinar, alguna silla, alguna mesa...poco más. Y por supuesto sobre el suelo de tierra. En el poblado había, eso sí, un supermercado, una iglesia, una escuela y una cancha de baloncesto de cemento. El 'muelle' donde desembarcamos estaba lleno de mierda y los niños andaban jugueteando por allí, justo donde poco después unas niñas hacían sus necesidades. Tristemente la limpieza y la higiene no están muy arraigadas en su cultura. Apenas estuvimos media hora por allí, pero me resultó muy curioso ver cómo vive esa gente.

Ya de vuelta a la isla, a poco más nos dio tiempo, salvo a una ducha con agua de lluvia acumulada en un bidón y a observar tranquilamente el atardecer desde la playa. Por la noche entablamos conversación con algunos de los turistas de la isla mientras hacíamos tiempo para la cena. Y de vuelta a la cabaña, comienza el show una vez más: cucarachas, hormigas, repelente... y un duermevela intranquilo.

El martes amanece nublado. Nos da igual, esa misma mañana partimos de vuelta a la ciudad. Hacemos la bolsa, desayunamos nuestro huevo frito con pan y nos embarcamos hacia la costa junto con una pareja brasileña y la chica holandesa. Hacemos escala en otra isla para recoger a otras tres personas y dejar el pedido de plátanos que les habrían hecho.


Cuando llegamos al embarcadero del río nos encontramos con que no hay rastro del conductor dicharachero. Al parecer él había enviado a alguien para sustituirle, pero el tipo metió en su coche a otros turistas que vio por allí y cuando no tuvo más asientos se fue. Gracias a Dios, Alá o quien sea había otra mujer allí con un par de plazas libre (en la última fila y con las rodillas a la altura del pecho, pero menos es nada) en su 4x4. Eso sí, éste se veía bien limpio y en buen estado.

Nuevamente comienza la aventura de atravesar el río (afortundamente no venía muy crecido), la montaña rusa de curvas, baches, etc. Esta vez no había niebla y se podía ver un bonito paisaje de la selva (eso si podías controlar el mareo de tanto vaivén).

En unas 3 horas y media nos hallábamos de vuelta a Panamá después de vivir toda una experiencia. Lamentablemente, me temo que las fotografías se han extraviado, por lo que os tendréis que conformar con las imágenes que podáis hallar por internet y la imaginación que os pueda suscitar mi densa prosa.

Simplemente añadir que el nombre de la isla es bien merecido, ya que cada día se podían ver bastantes pelícanos rondando por los alrededores, haciendo picados en busca de algún incauto pececillo y reposando en las cálidas aguas. Y con este pelícano me refiero al ave, que más de uno estará dejando volar su imaginación más allá... ¿me equivoco?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Tesoros sumergidos

Como ya comentaba por algún lado, estaba en proceso de obtener mi licencia de Open Water para poder bucear. Finalmente el procesó culminó con unas inmersiones en el Caribe.

En un principio, meterme debajo del agua sin poder respirar por la nariz me producía una sensación un tanto agobiante. Pero todo eso desapareció al sumergirme en el mar. Cuando bajé y empecé a ver coral, pececillos de colores, etc. me vinieron a la cabeza los documentales de Cousteau y las pelis de La Sirenita y Nemo. Es un sensación increíble. Nunca pensé que me iba a gustar tanto dar paseos por el fondo del océano.

Como todo no puede ser tan bonito, aparte de descubrir un mundo nuevo para obtener la licencia hay que hacer un examen sobre los distintos conocimientos que se requieren para practicar este 'deporte' con una cierta seguridad. Ahora bien, que con las vistas que había, era difícil concentrarse.

Después del examen marchamos de visita turística a Portobelo. Este pueblo está enclavado sobre el antiguo puerto desde donde partían las naves con el oro americano hacia España en la época del imperio. Hoy en día lo que quedan son las ruinas de los fuertes y las baterías de cañones que protegían el puerto.

Después de este pequeño inciso cultural, cenamos y nos paramos a tomar algún traguillo que otro en un local rollo chiringuito de playa, donde todo era de madera, con vistas al mar...y donde nuestro Diver Master Insructor empezó a negociar precios para una futura fiesta.


Tras un intenso fin de semana, volví a Panamá City con más de 40 picaduras de la puta chitra (insecto malnacido que te come vivo si te descuidas) y con la licencia para poder formar parte de ese Scuba Diving Team que tantos desatrancos tuvo que hacer en Punta Cana (¿o no, Santi?).

¡Enhorabuena divers!

miércoles, 28 de octubre de 2009

Contrastes

Panamá es una ciudad de grandes contrastes.

Por la calle pueden verse varios Audi Q7, Porsche Cayenne, BMW X5, Toyota FJ, etc. circulando junto a carros que les suenan los amortiguadores, les falta el parachoques delantero y media puerta. Una ciudad donde, siendo alrededor un millón de habitantes, debe haber al menos un millón de vehículos y los atascos son monumentales.

Tras la última entrada del blog, donde hablo de piscinas en edificios de más de veinte plantas con vistas al mar y paseos marítimos (o algo parecido), se puede pensar que la vida aquí es placentera y despreocupada. Puede que en algunas islas del país sea así, pero en la capital hay que andarse siempre con el ojo avizor.

La zona donde se encuentra la oficina y los alrededores se pueden considerar tranquilos. Sin embargo, a medida que uno se aleja del distrito financiero, puede encontrarse con una realidad totalmente distinta, como por ejemplo la que muestra el documental "One Dollar. El precio de la vida" (quien esté interesado, basta con buscar en Google 'one dollar panama'), donde se retratan los barrios más conflictivos.

Quizá estoy hablando de dos polos opuestos que se pueden encontrar en innumerables ciudades del mundo. Es difícil explicarlo si no se palpa cada día por la calle. Sólo quería aclarar que, como decía en la entrada anterior, no todo es de color de rosa en Panamá.

martes, 27 de octubre de 2009

El motor de la noche

Tras más de una semana de silencio, llegan nuevas noticias desde las proximidades del Canal.

En el tiempo que llevo aquí, me he ido adaptando a la vida 'pana'. Cosas como cruzar la calle que resultaban muy complicadas (debe haber tres semáforos y dos pasos de cebra en toda la ciudad), poco a poco van siendo más sencillas: esperar a que cruce algún pibón que pare el tráfico y aprovechar para cruzar detrás de ella se ha revelado como la mejor solución.

La semana pasada empecé también un curso para sacarme la licencia de buceo, que con un poco de suerte culminará este fin de semana con unas inmersiones en el Caribe.

A estas alturas, alguno ya estará echando en falta alusiones a la vida nocturna. Pues bien, el viernes todo empezó en la cena... un chupito de lo que alguien bautizó sabiamente como "el motor de la noche" (jajaja, ¡grande Mar!). Después siguió la fiesta de despedida de un francés en el área social de su edificio, de donde nos echaron apenas una hora después de llegar, y acabamos en la zona de garitos de calle Uruguay (id recordando el nombre, que es la zona de perreo por excelencia). La noche fue de "pedo capital" (sigo utilizando la inspiración de mis compis de piso), de muchas risas, bailoteo y algún pequeño altercado que se solucionó con la típica "coima" (traducción: soborno).


El sábado la resaca fue muy llevadera gracias a la piscina del área social del edificio Bayfront (gracias Sarita y Chus por la hospitalidad). Como nos moló, el domingo hubo una de 'repeating'. Baste esta ilustración como ejemplo de la dura vida del becario en Panamá.

Y por si fuera poco, las vistas desde un piso veintinosécuántos en primera línea de océano son guapísimas. Como aperitivo, la foto de la Cinta Costera panameña.






En próximas entregas entraré en los grandes
contrastes de la ciudad (no os creáis que todo es
de color de rosa) y hablaré sobre el que será mi hogar durante los próximos meses.











lunes, 19 de octubre de 2009

Finde de calentamiento

Se puede decir que éste ha sido el primer fin de semana digno de mención. Como todo el mundo sabe, un finde empieza el jueves por la noche, día que aprovechamos para hacer la fiesta de inauguración de piso: vitamina R, musiquita by Dj Nacho, buena gente... y después, a calle Uruguay (probablemente la zona con más vida nocturna de la capital) a rumbear un poquito.

El viernes trajo los efectos devastadores del garrotazo del abuelo. La mañana pasó con más pena que gloria y la tarde requirió un sueño reparador (alguno empalmó la siesta hasta el sábado por la mañana). Yo me bajé a conocer otro garito más de calle Uruguay, el Madame Blanche. Que por el nombre uno puede pensar que es un bar de luces de esos, pero no. Es un sitio que aspira a ser tranquilo, con sofás y música en directo, pero a un volumen tal que hablar es prácticamente imposible.

El sábado, después de comer, partimos rumbo a la playita. Tras flipar un poquito más con la conducción en Panamá, llegamos a...¡El Palmar! Vosotros pensando que me he ido lejísimos y resulta que no he cruzado ni el Estrecho, jajaja. Resulta que es una playa de arena negra, muy frecuentada por surferos (ahora es cuando alguno pensará..."venga coño, y ahora dirá que se alojó en un cortijo en Conil"). Pero no, el alojamiento era un hotelito a pie de playa con una piscinita...muy cuco.

Tras darme mi primer baño en el Pacífico y ver cómo algunos se peleaban por cabalgar las olas (a la próxima tengo que hacerme con una montura y lanzarme a la conquista del océano), fuimos a cenar a un restaurante a pie de carretera. Con el estómago lleno, ya era hora de darse a la bebida (que como diría nuestro querido Jack: "¡Que corra el ron!"). Decidimos ir a una playa cercana. Yo no sabía la odisea que nos esperaba. Para llegar había que atravesar un camino plagado de charcos, barro, baches... en más de una ocasión tuvimos que bajarnos del coche para que no se quedara, e incluso empujarlo para que saliera del lodazal. Finalmente alcanzamos nuestro destino y nos pegamos una rave en la playita con el ruido del mar de fondo, y donde descubrí lo útiles que son las linternas de los móviles para servirse las copas. (Nota: en Panamá, las "copas" son los tapacubos de las ruedas del coche, lo que se bebe son "tragos").


Ha sido un finde bastante completo, en el que no hizo demasiado sol, pero tampoco llovió, así que se puede decir que tuvimos hasta buen tiempo.

P.S.: Ayer nos llegó la triste noticia de que el inventor del "tiki taca" nos había dejado. Un recuerdo especial para él, que cambió la forma de ver el fútbol y el baloncesto. "Porque la vida puede ser maravillosa".

martes, 13 de octubre de 2009

¡Cuidado con el policía muerto!

Cuando vas conduciendo (o "manejando", como se dice acá) y oyes eso, piensas: "¿Pero qué coño...?"

Pero tranquilos, no es que haya ningún agente de la autoridad fallecido, sino que te advierten de que tengas cuidado con el 'badén'. Después de un susto de ese calibre, he creído conveniente comentar algunos panameñismos que he ido descubriendo para que quien tenga previsto marcarse una visitilla por aquí, se vaya familiarizando con los vocablos de uso local.

Por ejemplo, cuando se busca piso es conveniente saber que las habitaciones son "recámaras", que los fogones de la cocina son la "estufa" y que si hay "abanicos" quiere decir que tiene ventiladores.

Aquí a la gente no le da vergüenza, "le da pena"; no se hace surf, se practica "sorf"; y aquí las movidas esas no están bien, sino que "esa vaina está buena".

Resumiendo, que lo mejor es salir a "tomar", y cuantos más "tragos" mejor.

miércoles, 7 de octubre de 2009

¡Abuelo, esto está de muerte!

Y no, no es que eche de menos ya la fabadita, ni el choricito, ni el jamoncito... ¡joder, qué hambre!
Pero no, se trata del roncito panameño más conocido entre la colonia española que vive (y bebe) por estos lares. Ya hemos tenido nuestro primer acercamiento y ciertamente se nota que la experiencia es un grado, porque está rico, rico.

Dejando de lado la sabiduría de los mayores, quería destacar algún aspecto para que valientes como nuestro querido Rober estrenen su carné de conducir en Panamá, donde la señal de 'Prohibido el paso' no está inventada, los 'Ceda el paso' no existen y donde, según palabras de nuestro querido chófer panameño, la forma de saber si una calle es prohibida o no es fijarse hacia dónde circulan los "carros" que van por ella. Y todo ello aderezado con las carreras que protagonizan los 'diablos rojos' (ya sólo el nombre da una idea de que uno debe andarse con ojo). Con estas sencillas directrices, cualquiera puede conducir acá.

(Abstenerse las becarias y becarios de India o similares de decir que el tráfico allí es mucho peor, que eso es evidente, jeje)

lunes, 5 de octubre de 2009

Primeras noticias

Contra todo pronóstico, me he decidido a volver a escribir en el blog. Esta vez lo hago ya desde una octava planta con bonitas vistas al barrio financiero de Panama City.

Por el momento me mantengo de una sola pieza y en buen estado de salud. Esperemos que dure...

Y os preguntaréis: "Bueno, pero... ¿has aprendido algo de Panamá ya? ¡Cuéntanos!" Pues efectivamente, ahora sé que si llueve mucho a lo mejor no puedes salir de casa si no tienes una canoa. Y no, no estoy exagerando, ayer al salir del portal el agua cubría por las rodillas y tuvimos que pedir que nos trajeran la comida a domicilio (no me preguntéis cómo el chino pudo llegar). Ahora también sé que debajo de casa tenemos una calle llena de garitos con la música a todo trapo de miércoles a domingo, lo cual nos lleva a la siguiente disquisición: o salgo todos los días, o me compro unos tapones a ver si así puedo dormir. Se admiten sugerencias al respecto.

En resumidas cuentas, aún no me he formado una opinión sobre la ciudad, sobre todo porque sigo dándole vueltas a una noticia que amablemente alguien me hizo llegar (¡vamos Chygrinskiy!) sobre uno de los personajes más populares del momento en Panamá: http://www.laflecha.net/canales/curiosidades/noticias/un-panameno-pela-500-cocos-con-los-dientes-en-seis-horas
¡Alucinante!

viernes, 18 de septiembre de 2009

Rumbo al Caribe

Quiero comenzar rindiendo honores a la persona que inspiró el nombre de este blog: ¡Borjita, crack!

Por mucho perfil tecnológico que lleve escrito en mi mochila, nunca fui un gran aficionado a los nuevos avances informáticos ni de telecomunicación. Con esto quiero decir que las actualizaciones de este blog pueden hacerse esperar...

Y sin más dilación, entro de lleno en el asunto que ha provocado la creación de este espacio, donde intentaré teneros al día de cómo me va la vida por ese lejano país llamado Panamá, del cual apenas sé...que tiene un canal.